El extraño caso del profesor Fenstermarcher
septiembre 9th, 2009
El profesor Fenstermarcher borró con cierta desgana derivada de la rutina la mitad de la pizarra del aula 23 y escribió con trazo enérgico la palabra «EXCEPTUACIÓN ANALÍTICO-TERMAL», tan enérgico que hubo de cambiar el pedazo de tiza cuando ésta se partió justo en el guión.
Fenstermarcher se giró hacia el grupo de estudiantes dispuesto a extenderse durante la media hora que restaba de clase en una preparada -por repetida- explicación sobre el significado y consecuencias epistemológicas en el uso del concepto «exceptuación analítico-termal», un concepto que, por lo demás, para Fenstermarcher representaba la llave de entrada hacia los conceptos y relaciones que conformaban los sistemas cerrados de aversión múltiplogenealoide, aspectos ellos que constituían el meollo conceptual del Tema VII.
Antes de comenzar con la frase, un tanto falsa, todo sea dicho de paso, de «… se preguntarán por el sentido de…» (en realidad, en su clase, casi nunca nadie se preguntaba nada… más allá de la hora), alguien, una alumna de la penúltima fila, alzó su brazo al tiempo que en voz bien alta señalaba:
– Esto no puede ser, profesor.
Un tanto molesto porque la persona que había levantado el brazo no hubiera esperado licencia para intervenir, Fenstermarcher dejó caer sobre la mesa el mazo de folios que le servían de guión y lentamente sustituyó sus gafas-de-ver-de-cerca por las otras, las-de-ver-de-lejos.
– ¡Identifíquese y aclare su intervención, señorita!.
– Emily Calhoun, tercer curso. Perdone, pero no puede ser que hoy vaya a explicar el concepto de «excepción analítica y termal» cuando según GADC (denominación familiar de la Guía Académico Docente y Curricular) tocaría la semana que viene, en concreto el martes de la semana que viene -la tal Emily ni siquiera se había levantado de su asiento pero, eso sí, agitaba en su mano como si de la banderola de un linier se tratara la GADC.
– En primer lugar, señorita Calhoun, el concepto que tratamos de abordar, que trataba de abordar antes de su interrupción, es el de «exceptuación analítico-termal», no el de «excepción» tal como usted ha parecido entender a pesar de tenerlo escrito en esta antigua pero útil pizarra. En segundo lugar, la llamada GADC no es sino eso, una Guía, no una Ley Divina, ni humana, ni siquiera es un Decreto… aún más, ni siquiera es una circular de obligado cumplimento… mas bien representa una orientación sobre lo que vamos a hacer en clase y, más o menos, en qué período de tiempo se trabajará, en ese sentido la flexibilidad es el marco…
– Oiga -interrumpió Emily Calhoun- aquí no pone nada de eso… se supone que la Guía está para seguirla, usted y nosotros. Incluso más usted que nosotros, que para eso la ha hecho. Y, repito, si no se puede dar ahora lo que ha escrito en la pizarra, pues no se puede dar… y me temo que hasta el martes no toca tratar el tema.
– No sé si toca o no toca, pero usted sí me está tocando… la paciencia, en fin, ya está bien… vamos a intentar no perder más tiempo -Fenstermarcher buscó miradas cómplices entre el resto de los alumnos de la clase más allá de la pesada y maleducada de la penúltima fila… pero no las encontró, muy al contrario, los cabezazos de asentimiento y los ceños fruncidos daban a entender que, sin duda, los compañeros se ponían de parte de la maldita Calhoun- miren… es cierto que quizás vamos un poco adelantados, pero en todo caso, es mejor para los intereses de ustedes… un pequeño adelanto sobre el calendario previsto nos permitirá dedicar alguna sesión del final de curso a repasar conceptos y solventar dudas… así que, si les parece vamos a entrar en el concepto de «exceptuación analítico-termal»…
– ¡Un momento… !-un estudiante de la primera fila se puso en pie con la GADC en la mano- un momento, profesor. Usted está eludiendo el debate, está dando carpetazo a un tema que ha surgido y que a todos nos afecta. En su GADC aparece que una de las Competencias Básicas que se pretende desarrollar es la de -se puso a leer- desarrollar un espíritu crítico desde el debate y la participación… Claro, y si usted corta a hora el tema, lo que hace es cortar el espíritu crítico y la libertad.
– Además -en este caso era un individuo de la tercera fila, más parecido a un armario ropero, por su estatura y volumen, que a un individuo- resulta absolutamente contradictorio con lo que usted mismo ha escrito en su GADC.
Me cago en la puta guía académico docente y curricular y en las malditas competencias, pensó Fenstermarcher mientras trataba de componer una media sonrisa que evidenciara tanto el hecho que dominaba la situación como que, en realidad, todo se reducía a una pequeña tontería. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos le salió una especie de mueca que vino a provocar la reacción airada de la conocida señorita Calhoun.
– ¿Qué pasa… que te hace gracia?… -malo, pensó Fenstermarcher, ¿tuteo?… mala señal- mucha teoría con lo de la enseñanza centrada en los alumnos y a la hora de la verdad resulta que os choteáis de nosotros cuando tratamos de participar. Pues… ¿sabes lo que te digo? Que te vas a la mierda… -Al fin pudo ver a Emily Calhoun de cuerpo entero, pues se había levantado y teatralmente se dirigía a grandes pasos a la puerta del aula.
– Un momento señorita… ¡Le exijo un poco de educación!, ¡por ese camino de ninguna manera va a aprobar conmigo! – Fenstermarcher apuntaba directamente con su dedo a la Calhoun que se detuvo en seco casi en la puerta del aula.
– ¡Lo que faltaba, joder!, primero falta a sus principios y ahora viene con exigencias y con amenazas… que cómodo es ser profesor, así siempre se tiene la sartén por el mango… Compañeros… es injusto… ¡protestemos! -el «protestemos» fue el grito que acompañó el lanzamiento, por parte de la señorita Emily Calhoun, de su GADC hacia la tarima en la que se encontraba Fenstermarcher, cada vez más alucinado. El cuadernillo rebotó en la pizarra y acabó en el suelo.
Quizás fue aquello que se denomina «histeria colectiva» o simplemente que una chispa vino a encender el polvorín que representaban aquel grupo de discentes después de años y años de dominación docente, lo cierto es que sobre Fenstermarcher llovieron todas las GADC de la clase, circunstancia que tuvo una gravedad relativa. Cuando se acabaron las GADC el personal echó mano de algún otro material didáctico y esa fue la circunstancia que realmente tuvo una mayor gravedad, pues después de la clase de Fenstermarcher venía la clase de Jonas Stuyvessant, el cual basaba su docencia en un voluminoso y, a decir de los especialistas, espeso manual con encuadernación en duro cartón. Probablemente fue uno de esos manuales el que abrió una brecha en la cabeza de Fenstermarcher y le hizo perder el conocimiento.
Se despertó con un fuerte dolor de cabeza en el despacho de la señora decana, tumbado en el sofá de las visitas y atendido por Murdock Hopkins, vicedecano y a la sazón profesor en la facultad de veterinaria que le tendía un puñado de kleenex.
– Tranquilo Fenstermarcher… sólo ha sido un mal golpe…
– Ni tranquilo ni nada…. ¡ha sido una maldita agresión!… y voy a hacer una denuncia que se van a enterar…
La decana y el vicedecano se le quedaron mirando con la boca abierta. Al fin la decana habló:
– ¿Está loco, Fenstermarcher?… si es cierto que usted pretendía dar el concepto de «exageración analíticoital» o como se diga, una semana antes de lo previsto en la Guía académico docente y curricular está acabado… y si, como se dice, ha interferido con el desarrollo de competencias crítico sociales de los estudiantes, puede ir preparándose para un expediente disciplinar… No sé cómo va a salir de esta… y cuidado, hombre de Dios, apriete el kleenex, que va a manchar de sangre el sofá…
Fenstermarcher abrió la boca, la cerró y la volvió a abrir. Al final, lo único que acertó a decir fue…
– Exceptuación… es exceptuación analítico-termal.
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