El caso del profesor Lazorowith

septiembre 10th, 2009

– Mire usted… -Lazorowith señaló con un gesto el trabajo sobre su mesa, titulado «el valor de un enfoque teleológico en la educación social«- le he suspendido por dos razones básicamente. Primera, usted ha tratado de engañarme presentando un trabajo escrito que no es suyo, simplemente se ha limitado a copiarlo de Internet. Segundo, por si esto fuera poco, y conste que en realidad no es poco, en todo caso es suficiente para suspenderle, pero, aún así, repito, por si esto fuera poco, usted comete otro error aún más grave que el anterior, y es el de presentarme como suyo un trabajo que, además de ser un plagio, lo es de un artículo mío, publicado en Mayo del curso pasado en el Galylean Journal of Research and Development. Si copiando usted demuestra que es un vil tramposo indigno de la menor consideración académica… copiándome a mí, su profesor, lo que viene a evidenciar es que, además de lo anterior, es usted un imbécil supino. Y ahora, si me hace el favor, abandone este despacho ipso facto. Intente que no vuelva a verle.

 El estudiante no se movió de su silla, durante unos segundo fijó su mirada en Lazorowith y con una sonrisa que en realidad en nada se parecía a una sonrisa y en un suave murmullo:

– Se equivoca profesor… se equivoca de pe a pa -sin perder su sonrisa o aquello que fuera la mueca de su cara, en un momento apareció un cigarrillo entre sus labios.

La cara de Lazorowith había adquirido una tonalidad rojiza, sus cejas -un tanto pobladas- se habían juntado hasta el punto de formar una especie de seto en miniatura bastante compacto. Apuntando al estudiante con un lápiz:

– ¡Fuera!… ¡Ya!… largo de aquí… o te largas o llamo a seguridad… y además… no se puede fumar -… hasta el mismo Lazorowith se percató que esto último, a pesar de ser cierto, estaba totalmente fuera de contexto.

– ¡Oh! ¿ahora nos tuteamos?… sin problemas, profe -el estudiante acercó la llama de un mechero plateado a su cigarrillo mientras Lazorowith continuaba apuntando con su lápiz, pero ya con la boca abierta, los ojos como platos y las cejas a un palmo de distancia una de otra- ¡Ah!, en cuanto a lo de llamar a Seguridad… está bien en las películas… a no ser que entiendas por Seguridad a la bedela que cuida el edificio por las tardes y que suele pasar el tiempo tratando de encontrar sus gafas en el mostrador de la entrada.

El rostro de Lazorowith a esas alturas ya había evolucionado del rojo tomate al blanco tiza. Sólo con la velocidad que proporciona el miedo pensó, en un instante, que era viernes, las ocho de la tarde -en realidad de noche-, que no había nadie más en el departamento, que el tipo que tenía delante probablemente estaba loco y que además, eso era seguro, era un cabronazo.

De un manotazo el alumno le quitó el lápiz de la mano y en lo que tarda un crujido, el Staedtler Noris del número tres se  partió en dos.

– Ahora vamos a entendernos, profesor. Escúchame bien. Si por un casual te has dignado mirar mi ficha o la portada del trabajo, el nombre que figura es el de Michael Karwaitt, pero se trata de un alias, mi nombre verdadero es Carmine Santorino Piezzabonna -aquí el sujeto se detuvo un instante, se llevó el cigarrillo a los labios y aspiró el humo entrecerrando los ojos- ¿sabes de lo que hablo?.

 Por supuesto que Lazorowith lo sabía, y problablemente esa fue la razón de que le recorriera un escalofrío por el cuerpo en un viaje de ida y vuelta.

– ¿U.. usted es hijo de…?

– Por favor… pero sigamos tuteándonos es… no sé… es más… digamos que es más familiar… y para mí, supongo que también para ti, la familia siempre ha sido lo más importante… ¡ah! la Famiglia… Y sí, claro que mi padre es Luchotto Santorino… para muchos «el bueno de don Luchotto» y para unos pocos malnacidos, «el carnicero de Puttanesca». Un buen hombre, te lo aseguro, y un buen padre que, en los tiempos salvajes que corren de ausencia de valores, ha sabido ganarse el respeto de sus hijos y que, además, ha sabido educarnos para hacernos de respetar… ¿sabesloquetequierodecir? -la pregunta fue así, toda de corrido, sin separar las palabras, al tiempo que con un gesto displicente aplastaba lo que quedaba de cigarrillo en el plástico de la portada del trabajo escrito, justo encima de la segunda «o» de la palabra «teleológico» incluída en el bonito título «el valor de un enfoque teleológico en la educación social». Al momento comenzó a dominar en la habitación un tufillo a plástico y papel quemado.

Por supuesto que probablemente no tenía nada que ver pero resultó inevitable que a Lazorowith le viniera a la memoria la imagen del doctor Maughan, profesor de «estadística aplicada a las ciencias humanas», que el curso pasado, después de comentar que tenía un problema académico «con un chulito espaguetinni»  había aparecido un buen día con la mano izquierda vendada y, a poco que uno se fijara, con un dedo menos. Y ningún comentario más sobre el chulito… Seguro, seguro que no tenía nada que ver.

– Bien, yo… yo creo que ha habido un error… creo que su trabajo está muy bien y se merece aprobar…- Lazorowith había fijado su mirada en el pequeño círculo negro que había quedado en la portada del maldito trabajo y que ya había dejado de humear.

– No, no, mi querido profesor… si eso yo ya lo sabía… por supuesto que el trabajo está aprobado, faltaría más habiéndolo escrito tú mismo… Lo que quiero es confirmar que no es necesario que vuelva más a tu clase porque ya, desde este momento, dispongo de un sobresaliente…

– Por supuesto -murmuró Lazorowith mientras trataba de concentrarse en la posibilidad de que el pequeño círculo negro del trabajo escrito aspirara todo el despacho, como en un desagüe de un lavabo y se llevara todo lo que contenía la habitación.

Parsimoniosamente el estudiante se levantó de la silla y de nuevo volvió a aparecer un cigarrillo en sus labios, parsimoniosamente lo encendió, miró unos segundos con parsimonia su encendedor de plateado y ya con la puerta abierta del despacho, se volvió hacia Lazorowith y parsimoniosamente comentó:

 – Por cierto… yo eliminaría la conceptualización de carácter epistemológico que haces en el tercer párrafo de tu artículo, pues creo que caes en un historicismo ingenuo al insistir, al mismo tiempo, en la intramundanidad y la trascendencia, en la intemporalidad y la esperanza, en la dinámica auto realizadora, en una concepción realista de la vida y en la integración de los saberes científicos y filosóficos… en todo caso, al menos, para ser honestos, deberías citar a Paciano… ¿no te parece?



  1.   SANTORINO says:

    ¡¡¡Ah!! PORCA MISERIA…….
    VIGILA LA TUA ESPALDA

    LUCHOTTO SANTORINO

  2.   SANTUZZIO says:

    Jódete Santorino, eso per enviare a tuo figlio a la universidad.
    GIUSSEPPE SANTUZZIO

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